En el barrio burgalés del G-3, nadie logra comprender qué llevó a Pedro, un hombre de 51 años, a cometer un atraco a punta de pistola en la oficina del Banco Santander, ubicada a pocos metros de su hogar en la calle Duque de Frías. Pedro, casado y con un hijo de veintitantos años, solía trabajar en una fábrica en el polígono de Villalonquéjar, pero se encontraba desempleado y enfrentaba “problemas económicos”. El jueves por la mañana, poco antes de las 11, ingresó a la sucursal amenazando a las empleadas y rociando con gasolina a una de ellas, logrando escapar con un pequeño botín en efectivo.
Curiosamente, una patrulla de la Policía Nacional de paisano se encontraba cerca y le dio la orden de alto mientras huía por la calle Condesa Mencía, atravesando el parque de la Luz. El atracador, armado con una pistola de fogueo, apuntó a uno de los agentes y finalmente fue abatido frente al portal de su propia casa.
Fue una empleada de la sucursal quien alertó a la sala del CIMACC-091 de la Comisaría Provincial de Burgos mientras Pedro aún estaba dentro del banco. Una vez que logró su objetivo, salió corriendo hacia su domicilio. Varios testigos presenciales que lo conocían relatan que una empleada del banco salió detrás de él, llorando y visiblemente nerviosa, mientras hablaba por teléfono para informar a la policía sobre la dirección hacia la cual se dirigía.
El atracador se encontró con los agentes de paisano al doblar una esquina y pasar por un soportal que conecta con la calle donde vivía. En lugar de rendirse, amenazó a los agentes que intentaban detenerlo. Como resultado, uno de ellos se vio obligado a utilizar su arma reglamentaria para repeler la agresión, hiriendo a Pedro en el cuello. El disparo resultó fatal, ya que los servicios médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida.
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